Gracias a un videoclub cercano a casa donde tenían a disposición de alquiler bastantes juegos de Mega-Drive tuve la oportunidad de probar una gran cantidad de títulos para la consola, ya que prácticamente cada fin de semana solía alquilar uno pudiendo conocer cosas como Strider que actualmente es uno de mis juegos preferidos de toda la historia o rememorar arcades que había disfrutado en recreativos como Two Crude Dudes. Además, no muy lejos de casa había una tienda de electrónica donde tenían un puñado de juegos de Mega piratas también de alquiler. Eran juegos fabricados en china y cuyo cartucho solía contar con dos títulos, uno bastante conocido como Revenge of Shinobi o Shadow Dancer y luego otro totalmente desconocido en occidente que solía ser un shoot'em up -algunos realmente buenos-.
Ambas cosas, junto al hecho de tener varios compañeros con la máquina con los que poder intercambiar juegos hizo que pudiese conocer con bastante profundidad el catálogo del sistema, por no decir, que donde no podía llegar jugando, llegaba a través de los vídeos de publicidad que revistas como Hobby consolas y Super Juegos regalaban periódicamente y que no paraba de visionar una y otra vez hasta desgastarlos.
Ambas cosas, junto al hecho de tener varios compañeros con la máquina con los que poder intercambiar juegos hizo que pudiese conocer con bastante profundidad el catálogo del sistema, por no decir, que donde no podía llegar jugando, llegaba a través de los vídeos de publicidad que revistas como Hobby consolas y Super Juegos regalaban periódicamente y que no paraba de visionar una y otra vez hasta desgastarlos.
Algunos de los mejores y más memorables títulos que jugué en la máquina fueron aquellos basados en personajes Disney que desarrollaba Sega: Castle of Illusion, Quackshot o el genial World of Illusion y su divertido modo cooperativo.
Obviamente por aquella época y habiendo tenido solo consolas de una marca me comportaba como suele ser normal en esos casos, defendiendo a capa y espada mi elección por encima de Super Nintendo, por mucho Street Fighter y demás que pudiese tener esta consola y siempre alegando argumentos a favor de las máquinas de Sega. Y teniendo en cuenta, tal y como he mencionado antes, que muchos amigos contaban con la misma consola era fácil tener a los pocos usuarios de Super Nintendo marginados. Aún así, mi interés por los juegos en general era más fuerte que el interés por una sola marca, por lo que igualmente me informaba de todo lo que aparecía para ésta así como también compraba prensa dedicada exclusivamente a las máquinas de Nintendo, cosa que más tarde agradecí.
El pan nuestro de cada día en un patio de colegio cualquiera a principio de los años 90
Y así pasé más de dos años y medio jugando con mi Mega-Drive, hasta que casi en el otoño del 93 mi hermano trajo a casa un nuevo y flamante MegaCD en el que se gastó casi la totalidad de su sueldo del mes (ríete tú de trabajos basura de hoy en día). En el pack de la máquina venía incluido el juego Road Avenger, una aventura realizada integramente en anime en el que teníamos que apretar los botones indicados en pantalla para poder ir sorteando las situaciones, es decir, un juego basado al completo en los tan comunes QTE de hoy en día. La verdad es que en el momento de la compra quedamos bastante impresionados por los gráficos que podía poner la máquina en pantalla -aunque fuese una “película” y por la calidad de las músicas y voces, así como la propia novedad de contar con un formato tan nuevo para nosotros como era el cd.
Épico
Por desgracia al aparato le sacamos poco partido porque, la verdad sea dicha, los juegos que aparecían para él no eran muy allá, muchos basados totalmente en escenas de vídeo y de dudosa jugabilidad, ya que los mejores o no llegaban a nuestro mercado o lo hacían en contado número. Los dos únicos títulos que se añadieron a la colección de MegaCD fueron Tomcat Alley, otro título-película interactivo basado en mover un soso punto de mira por la pantalla mientras actores nos soltaban un rollo ininteligible en inglés (sin subtítulos) y que pronto dejamos abandonado* y, por suerte, Sonic CD, posiblemente el mejor título del erizo jamás creado y que, éste sí, nos dejó boquiabiertos con su jugabilidad, sus músicas, fases de bonus, multitud de zonas diferentes y variaciones de éstas y en general su redondo acabado.
El mejor juego de Sonic jamás creado.
También es cierto que poco tiempo después de la llegada del MegaCD a nuestra casa le acompañó la entrada de una bonita super nes de segunda mano con un buen puñado de títulos y que eclipsó bastante al Add-on de Sega, el cual no pasó mucho tiempo conectado a la Mega Drive antes de ser desmantelado y guardado en su caja donde yace hasta el día de hoy.
La verdad es que es una pena que un cacharro tan caro como éste pasase con más pena que gloria, no solo por nuestra casa si no por occidente en general, más teniendo en cuenta que realmente su librería de títulos no era tan mala al menos en el país del sol naciente, pero por desgracia en estos lares esta se basaba en su casi totalidad de juegos interactivos y adaptaciones de títulos de MegaDrive con intros de dibujos y banda sonora en pista de audio. Además, aún viniendo los juegos en CD y siendo un formato mucho más barato que los cartuchos, los precios no solo no eran iguales, si no ligeramente más caros. Si no se hubiese intentado sangrar al usuario con esos precios y éstos hubiesen sido más acordes al precio de fabricación quizás hubiese bastando para impulsar tanto la venta de más juegos como la de más unidades del lector de Sega.
Nunca lo vi en las tiendas
*Es que era un puto mierdolo de cuidado. A veces aún abro el cajón donde permanece guardado y le escupo en la carátula.
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ResponderEliminarme respondes a munekitacate@gmail.com
un abrazoo
Cathe