viernes, 25 de abril de 2008

Mis juegos, Mi Hobby IV: Game Gear, la sobremesa con pantalla de Sega.



Mis abuelos paternos y algunas tías viven en Andalucía, y durante el verano de 1991 mi padre fue con mi hermano a pasar unos días y visitarlos. A la vuelta, como hacía mucho tiempo que no iban por allá, trajeron un poco de pasta tanto para mi hermano como para mi –ya se sabe, por aquello de los cumpleaños atrasados, comuniones y tal-, lo cual fue una buena alegría. Lo primero que se me pasó por la cabeza para gastar la pasta fue en, como no, algún juego de Master System, ya que aunque mi padre me había traído el Wonder Boy: Dragon’s Trap de regalo, un vicioso siempre quiere más. Pero por aquel entonces mi hermano también era bastante viciadete a esto de los videojuegos y él ya tenía otra idea en mente: juntar su parte del dinero y la mía para comprar una Game Boy, por lo que empezó su estrategia de Brainstorming y lavado de cerebro para convencerme, que consistía por una parte en repetirme sin cesar que la comprásemos y por otra en hacerme cargar con Micromanías de la época para arriba y para abajo (aun quedaban meses hasta que saliese la primera Hobby Consolas) y repasar junto a él los títulos analizados y las listas de precios que venían en la publicidad de Mail Soft (que más tarde sería Centro Mail y más tarde sería la actual Game). Al final, como no, se salió con la suya y me convenció para reunir el capital e invertirlo en la máquina portátil (Como nota mental diré que siempre que mi hermano y yo hemos compartido algo hemos acabado a patadas).

¿Pisaría mi casa esta vez una consola de la compañía centenaría? Si te has leído el título de la entrada y no sufres un grave retraso ya sabrás que NO

Así, un día por la mañana nos reunimos y nos dirigimos a un bazar de la ciudad para comprar la máquina de Nintendo, pero mira tú por dónde, el destino quiso que de nuevo me quedase sin una máquina de esta empresa, puesto que, otra vez, no le quedaban. Pero el hombre que nos atendió, afanoso por vender nos enseñó otro modelo portátil de Sega, remarcando que esta era en color y que se le podía poner un adaptador para ver la tele y no sé que más zarandajas. Solo hizo falta que nos la conectase junto al Wonder Boy y un “Es igual que la máquina recreativa ” de mi hermano para que nos la quedásemos junto a ese juego (y el Columns que regalaban con ella).

¡Yehaaa! ¡Come bananas y rompe huevos con un tio en taparrabos! Cuánto contenido sexual para un pobre pre-púber como yo. Así he acabado

A partir de aquel entonces, pues más vicio, cuando no se podía jugar con la consola de sobremesa se jugaba con la portátil a turnos (una partida mi hermano, una partida yo), y teniendo en cuenta que yo era mejor al Columns que él, salía ganando –lo siento bro, pero la cosa era así-. La verdad es que la máquina era una preciosidad, pero pronto empezaron a salir algunos de sus defectos, sobretodo, el mayor de ellos: Era una vampiresa de pilas, y no pilas normales, no, pilas alcalinas de las caras que se las ventilaba de seis en seis que daba gusto.


Al loro con la Game Gear de este chaval, que rula con los juegos de Mega Drive...

Una de las cosas más tristes que recuerdo sobre este tema de las pilas fue un día que fuimos toda la familia a pasar el día con unos tíos al campo (remojarse el culo en el río, hacer una barbacoa, llenarse el culo de hormigas…lo típico) y yo decidí llevarme la consola junto con el flamante Sonic The Hedgehog que me acababan de comprar –que es un juegazo brutísimo madre mía-. Recuerdo subir al coche, ponerme a jugar, si se le puede llamar jugar a intentar encontrar una sombra para poder ver la pantalla, un pequeño trayecto en coche…y al llegar al campo…que se me acabasen las putas pilas…Gran portátil sí señor.
Como la economía no estaba para muchos trotes (al menos no como para comprar pilas alcalinas que durasen menos de dos horas cada día) mi padre nos compró un adaptador de corriente multivoltaje y nos empalmó con su habilidad de +10 en chapuzas una clavija compatible con la máquina. A partir de aquel entonces el llevar la portátil de un lado a otro se convirtió en un llevar también a cuestas el adaptador (que encima para poder jugar en la retro casa de mis abuelos también podía ir a 125W, por lo que precisamente pequeño no era), para la cual cosa tenía que llevar una riñonera inmensa en la que podría haber acampado en caso de necesidad.

La consola, pilas para media tarde, el adaptador de corriente para cuando se acaben, el sintonizador de tele, unos cuantos juegos, el reflex para el brazo para cuando se me canse del peso...Sí, creo que ya puedo ir a cagar

Con esto quiero decir, que Game Gear, como consola, pues no era tan grande, no recuerdo que por aquella época se criticase mucho su portabilidad en lo referente al tamaño, vale, era grande, pero Game Boy no cabía precisamente en un bolsillo (a no ser que fueses un puto gordo con pantalones de payaso XXL) e igualmente los chavales las llevaban al cole en sus mochilas, por lo que poco importaba en estas centímetro más o centímetro menos (y aquí todas las chicas que me leen estarán diciendo “¡sí que importan joder!”, pero me la suda vuestra opinión), su crítica a la portabilidad venía más bien por el puñetero consumo de pilas que hacía imposible jugar fuera de casa una partida a nada sin que se acabasen las pilas.

¿Véis? Tampoco era tan pequeña, lo que pasa es que con el tiempo distorsionáis las cosas. La verdad duele

De todas maneras, con Game Gear tengo unos recuerdos brutales en lo referente a algunos títulos que pude disfrutar con ella, gracias a que tenía más amigos con esta consola que con Game Boy y me dejaron bastantes cosillas. Juegos como el Castle of Illusion, el propio Wonder Boy, Ninja Gaiden…y como no, Shinobi, un juego que jamás podré olvidar, tanto por su jugabilidad, su maravillosa banda sonora a cargo de Yuzo –Dios- Koshiro, sus gráficos…como por que al llegar a casa con el juego y las ansias de probarlo metí los dedos en el enchufe y me dio tal calambrazo que a día de hoy se me erizan los pelos solo de recordarlos.



¿Qué pasó con mi Game Gear? Pues como mencioné por ahí arriba, siempre que compartía algo con mi hermano la cosa acababa mal, y esto no fue diferente. Cuando al señor se le pasó el furor por los juegos decidió que la Game Gear era prescindible y que tanto él como yo estaríamos mejor sin ella (claro, solo jugaba yo…), así que sin cortarse un pelo la (mal) vendió con todos los juegos a un amigo suyo y repartió el dinero entre ambos, el comprándose alguna mierda con su parte del botín y yo con la mia me compré el horroroso juego de Mega-Drive Taz-mania. Así que ahora, cuando miro ese puto juego, siento doble asco, por un lado por la puta bazofia de juego que es, y por otro porque en él se quedó un cachito de mi querida Game Gear*

Grande, pesada, chupapilas...todo lo que queráis, pero un pedazo consolón de Sega

*Aunque no hace mucho me compré una Game Gear, por lo que pajote de felicidad.

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