jueves, 2 de abril de 2009

Moraleja Chachi 4



Por aquella época debía rondar los ocho o nueve años y era una de las apacibles tarde de clase que teniamos cada día de tres a cinco y nos encontrábamos todos absortos en nuestras notas mientras copiábamos algo de la pizarra o tomábamos nota de algún dictado del profesor. De repente noté algo terrible y sumamente incómodo para mi persona: un moquillo no me dejaba respirar bien. Ya sabéis, el típico moquillo que está tapandote media fosa nasal y cada vez que tomas aire lo notas moviéndose siguiendo el ritmo de la respiración. El típico moquillo que ya no está en estado líquido pero tampoco sólido si no en un término medio, cual pasta blandiblup.

El conflicto estaba servido, puesto que aquella tarde no llevaba pañuelo para sonarme y por aquel entonces nadie llevaba Kleenex encima como hoy en día, ya que todos los crios llevaban sus pañuelitos de tela con dibujitos. No había tiempo para la duda y mi decisión fue la más sabia en aquel momento: En el segundo en que todos mis compañeros estaban mirando a sus hojas dirigí mi dedo índice raudo y veloz a mi nariz y me arranqué el moquillo y en ese instante pasó lo inesperado.

¿Habéis visto alguna vez a un mago sacar pañuelos de la manga? ¿Esos pañuelos que están atados unos a otros y que nunca acaba de salir? Pues mi moquillo era el pañuelo de mago de los mocos. Aquello que parecía un simple moco a medio secar resultó solo ser la punta del iceberg ya que estaba conectado a un hiper viscoso moco que parecía no tener fin. Yo, sorprendido, empecé a estirar y estirar del moco y cada vez salía más y más masa viscosa y notaba como a medida que lo iba sacando pasaba y se deslizaba por mi conducto respiratorio creando una sensación de cosquilleo. Cuando acabé de estirar mis dedos se habían llenado del largo hilito pegajoso y con reflejos de ninja no se me ocurrió otra cosa mejor que pegarlo debajo del pupitre para después mirar a mi alrededor asustado y comprobar que, por suerte, ninguno de los compañeros de clase se había percatado de mi incidente con aquel moco del averno, ni tan solo mi compañero de mesa (eso o bien se hicieron los suecos aterrados ante tal monstruosidad nasal que acababan de presenciar).

MORALEJA: No te metas dedos en los orificios de tu cuerpo en público.



P.S.Todavía me pregunto si mi moco perdura en el tiempo allí pegado cual grafiti sobreviviendo al paso del tiempo, una prueba de mi existencia, mi legado para la historia de la humanidad.

1 comentario:

  1. Toda una batalla épica, sí señor. Al menos nadie te vio... o sí. Ya sabes, el niño Jesús está en todas partes, ya te dará cuentas de ello el día del juicio final.

    ResponderEliminar